martes

Mi tributo

Llegar, esperar, conversar cosas que poco importan, aburrirse, esperar, cargar los bártulos, acomodarlos en algún costado donde no molesten a nadie. Otro día más igual a todos los anteriores. La silla traicionera, los auriculares y los números que empezaban a sucederse a lo largo de la pantalla. Otro día más igual a todos los anteriores.

Mi trabajo era bastante simple. Tenía que escuchar hablar a la gente y me pagaban por eso, no parecía tan complicado. Yo decoraba sus palabras, como quién maquilla muertos. Colorete por aquí, tapar algún que otro agujero por allá y sacar lo peor para no herir a nadie. Dejaba las palabras listas para que el resto las recibiera. A pesar de eso y continuando con la metáfora, el 90 por ciento daba ganas de llorar.

Pasaron los días y cada vez tenía menos ganas de lidiar con los viejos pelotudos, con sus opiniones y sus exigencias. Putearlos, computadora mediante, tampoco me hacía sentir mejor. Soñaba con tomar por asalto su canal de comunicación, un día cualquiera y devolverles parte de toda la mierda con la que de a poquito me iban tapando.

'Me cagó en tu menemismo a ultranza y si en los 90 estabamos mejor fue a costa de lo que hoy padecemos o no te das cuenta que hace dos décadas que no podemos despegar la cabeza del asfalto. Y usted señora ya está grande para cambiarse el nombre todos los días.. si lo va a tomar como costumbre, al menos piénselo antes de llamar, porque su titubeo al aire queda demasiado evidente.. María de Belgrano... Juana de Flores...¿mañana cuál le toca? ¿Lita de Lazari?'

Pero me la tenía que comer doblada.

Un día llegué deseando que no se llenara la pantalla de números. Qué no dijeran estupideces, que fueran pacifistas, que canten mañanas campestres o algo que me cambiara los ánimos.
Cayó el primer llamado, me coloqué los auriculares y al dar play sólo escuché: 'blablablaaaBLAblBLAblabla' Reconocí la voz pero no entendí el mensaje. Me cagué de risa, miré para arriba y dí gracias por haber escuchado al menos UNA vez MI llamado.
Al ratito cayó el segundo. 'blblblblbbaaaaablablablaBLABLA' me sonreí pero ya desconfiando de los alucinógenos.

Quise consultar a los presentes para despejar toda duda. Conté lo sucedido, me miraron y sin más largaron las carcajadas. Me dió bastante tranquilidad, me sentí un poco idiota y seguí trabajando. Todos los mensajes decían lo mismo. Sólo cambiaban las voces que a la vez, eran las mismas de todos los días. Empecé a preocuparme.

La tele estaba muda. El graph sólo decía blablabla. Pedí que prendieran el audio y descubrí que el conductor del noticiero -el mismo que criticábamos todos los días- repetía insistentemente esa sílaba. Mis compañeros me miraron y dijeron esas malditas tres letras, sin sentido, sólo las repetieron. Ellos parecían entenderse entre sí pero yo no. Les hablé y no me entendieron.

No era la gripe A.

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