viernes

La importancia de ser Ernesto (Final)

Capítulo 6

Al Sol, el tío Ernesto estaba más demacrado y desprolijo de lo que parecía. Nos sentamos todos a la sombra del naranjo, ya viejo y podrido.

El tío desempolvó algunas otras anécdotas que sumó a su circuito perfecto. "Yo estudié con los alemanes. Te preguntaban: ¿Usted puede hacer esto? -Sí- Entonces hágalo... y no me pregunte nada". Ernesto no hablaba de tiempos felices, salvo cuando contaba el chiste del hijo invertido.

La tía fue más hiriente que nunca. Cargó constantemente contra el tío y el aire se puso pesado, insoportable. Empecé a sentirme mal, muy triste. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Los pies descalzos en el pasto verde se movían inquietos.

Ezequiel, el otro observador silencioso que estuvo siempre al lado mío, se dió cuenta. "¿Vamos?", me dijo. Ya no quería estar ahí pero a la vez entendí que ésta era mi despedida, que no sabía en que circunstancia, el tío y yo, nos volveríamos a encontrar. Si me miraría a los ojos o si serían los míos los únicos presentes, videntes, vivos.

"Me voy tío, que sigas bien", dije y apreté su mano. No me perdí la posibilidad de mirarlo a los ojos. "Eh? Bueno, rápido... rápido", me dijo. Bajé la mirada y de fondo vi que mi compañero lo saludaba. El tío le contestó "No te pierdas". No era una metáfora.



Capítulo 7


Los meses siguientes el tío siguió llamando por teléfono, ahora 7 u 8 veces por día. Quería saber si el abuelo lo iba a ir a buscar para trabajar. Quería saber cómo hacía para salir, dónde estaban las llaves. Pero la última vez, llamó para saber dónde estaba.

Ese mes la cuenta del teléfono alcanzó las tres cifras. Casi una jubilación. Otro dolor de cabeza para el abuelo. Ese mes tenía un día marcado en el calendario hacía ya bastante, la fecha de los análisis. Finalmente ibamos a saber en que andaba la cabeza del tío Ernesto, lo que no sabíamos era que los resultados iban a tardar dos meses más. PAMI.

La doctora dijo Alzheimer. Esa enfermedad de la que todavía se sabe poco. La que se come los recuerdos como un pacman. La que borra las caras de la memoria como el mar que se traga las huellas en la arena. Que no deja testigos, que no se apiada. Que te deja lisito, como una hoja en blanco. Que te prepara despacito para la gran ceremonia.

No se si ya me olvidó, si se acuerda de la pipa, del cuento o de Stroessner. Sólo espero que esa puta caprichosa le deje algunos recuerdos, sólo los mejores. Que en su mente y en silencio sepa que una vez río con fuerza hasta las lágrimas, que una tarde lo llenaron de abrazos y que yo me quedo añorando todas las historias que nunca me contó.

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