lunes

En Corrientes y Florida

Era un señor que nadaba por Corrientes con los zapatos en la cabeza. No entendí al principio que me quería decir, de su boca no salían más que burbujitas que a la luz se volvían tornasoladas. Unas burbujitas, de esas que vuelan lejos. Nunca me imaginé lo alto que pueden llegar a volar.


Cuando bajó la marea las burbujitas se acumularon en el piso. Corrientes estaba vacía y pomposa como la pantera rosa (duplica puntos palabra por la rima). De la boca del señor seguían cayendo burbujas pero ahora más espesas, que rebotaban como canicas de goma por toda la esquina.


Los niños empezaron a rodearlo y sumergirse entre las pelotas brillantes. El hombre cada vez más desesperado gritaba y las bolas que vomitaba se endurecían como granizo de verano. Se notaba el dolor en su rostro, cuando las pelotas le pasaban por la garganta (sic).


Mientras tanto, un circo de oportunistas se montó alrededor del señor. Los vendedores ambulantes dejaban sus productos y tomaban desesperados las bolas, duras y blandas. Los extranjeros les arrojaban sus pesos fuertes para llevarse ese siniestro recuerdo de Argentina.


Entonces el hombre comenzó a ponerse verde y dejaron de salirle las pelotas de la boca. Tosió dos veces, recuperó el color de su rostro, aclaró la garganta y dijo: '¿Alguien me puede decir dónde me tomo el B?'

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